Dueño y Señor de Alcoholika, Vico Paredes

¿Quién plancha los pantalones de quienes se sientan alrededor de la suculenta mesa de negociación del Gobierno con la COB, cuando discuten el aumento salarial? Las mujeres: sus esposas o sus trabajadoras del hogar, sus hermanas mayores o sus hijas mayores. Todas trabajadoras  cuyas necesidades  nunca entran en sus pliegos de negociaciones porque su trabajo no es considerado trabajo, sino amor; o porque su trabajo no es considerado productivo ni generador de  riqueza; o porque los trabajadores funcionan en relación con las mujeres que les rodean como patrones y no como compañeros. Ya lo decía Flora Tristán: la mujer es la proletaria del proletario.

La Central Obrera Boliviana tiene graves problemas de legitimidad porque ha sido cooptada por el Gobierno, pero también porque el grueso de la población trabajadora está inmersa en el universo del trabajo informal, en el que manda la libre oferta y demanda, no los decretos de aumento salarial. Y si de mujeres trabajadoras se trata, la Central Obrera Boliviana jamás tuvo la capacidad de representar el trabajo de las mujeres.

Ni en la minería, ni en el transporte, ni en la educación, la construcción o la salud, no importa el sector que queramos analizar, la situación de las mujeres trabajadoras allí no es de ninguna manera la misma que la de los trabajadores.

El problema no es únicamente el hecho de que el salario de las mujeres es siempre inferior al de los hombres, inclusive por el mismo trabajo; la cosa es mucho más compleja y no se mide únicamente en el salario, tan es así que el aumento salarial que anunciará hoy el Gobierno y las medidas adoptadas cada 1 de mayo a lo largo de estos 13 años no han beneficiado a las trabajadoras.

Lo que afecta el salario de las mujeres no es un mero prejuicio machista, sino una estructura patriarcal de división sexual del trabajo. Se asigna a las mujeres la responsabilidad sobre todo el trabajo llamado doméstico, que es el trabajo de cuidado y reproducción de la vida, y se libera de ese trabajo a los hombres.

Esa división sexual del trabajo hace que cada mujer trabajadora esté cumpliendo doble jornada de trabajo, pues cuando regresa a su casa inicia una segunda jornada asumiendo las labores de la casa, además con sentimiento de culpa por haber “abandonado” a l@s hij@s. En ese contexto, el matrimonio funciona como contrato laboral patronal en el que el marido es el patrón, la esposa la trabajadora no asalariada y la violencia machista un regulador del cumplimiento de ese trabajo.

Esta doble jornada de trabajo debería traducirse en el derecho de jubilación para las amas de casa.

La carga de trabajo y  la ausencia de tiempo libre y descanso de las mujeres trabajadoras debería suponer reivindicaciones que con templen el almuerzo de niñ@s y jóvenes en las escuelas y la jornada estudiantil de día completo, y no de mediodía. Las mujeres trabajadoras buscan la ayuda de las abuelas, que se convierten en madres sustitutas gratuitas, sin derechos laborales, y que a título de ayudar a sus hijas, viven en situaciones de autoexplotación.

Aparte de esto, en lo que a trabajo se refiere, las mujeres estamos sujetas a un régimen continuo de acoso sexual en el que tenemos que pagar muchas veces con sexo el puesto de trabajo, donde estamos sujetas a los trabajos que los hombres desprecian, como ser trabajadoras del hogar o barrenderas de las calles.

La otra alternativa es  la invención de la propia subsistencia que significa endeudamiento para pasar de ser desempleadas a ser deudoras, como es el caso de las vendedoras de productos de belleza de grandes transnacionales.

Las mujeres que asumen de forma minoritaria trabajos entendidos socialmente como monopolio masculino, como ser pilotos de avión y otros, enfrentan hostigamiento y misoginia.

En un panorama así, de poco trabajo y sueldos bajos, la prostitución se abre como un gran campo de trabajo para las mujeres, donde las compañeras están sujetas a un régimen cultural de censura, hostigamiento, criminalización policial e hipocresía social.

La COB no nos representa y el gran desafío histórico de las mujeres es conformar una central de mujeres trabajadoras capaz de aglutinar a todas las trabajadoras.  Ahora es cuando.

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