Entre Arce y Evo en medio de su disputa aparece Andrónico como cachorro que puede dormir entremedio de los dos recibiendo caricias y cuidados de ambos.

Solo una vez me lo cruce en persona, fue en un aniversario de El Alto donde estaba el gabinete en pleno, la cooperación internacional, el presidente y las directivas de ambas cámaras.

El grupo entero que llenaba las primeras filas del auditorio del Jacha Uta estaba compuesto por cuerpos gruesos de hombres mayores vestidos con ternos oscuros entremedio de los cuales estaba Andrónico que resaltaba por su belleza física; moreno, super delgado y altivo. Alrededor de él se podía oler la envidia que su belleza física producía en hombres con más poder, con más dinero que no podrían comprar eso que él muy consciente ostentaba. Ser de otra generación y de otro mundo.

Lo suyo no es nada extraordinario hay miles de jóvenes en todo el país con esa misma belleza, en los mercados, en las aulas universitarias, en los talleres de reparación de carros o manejando un taxi. Su belleza y su juventud resaltan solo por el contexto.  Viéndolo de cerca he llegado a la conclusión de que su altuvez es rigidez y que quizás tiene serios problemas de estreñimiento. Su altivez es rigidez es fruto de una represión interna muy fuerte. No toma posición no lo hizo y no lo hará y de ese lugar entremedio es de donde saca ventaja.

Puedo imaginarme que la relación sexual con él debe ser muy poco placentera y que se hecha en la cama para ser complacido, contemplado sin siquiera dar una caricia, ni un beso a cambio.

No se le conoce novia, madre, padre, amigos o amigas es simplemente el cachorro de Evo o de Arce, del MAS o del ex vicepresidente. El cachorro que recibe un mandato que no es el de ser presidente del senado, sino de ser el producto indígena del “proceso”.

No hay nada que aplaudirle, nada que reconocerle, nada que reprocharle.

En Bolivia han sucedido muchas cosas muy graves como lo que su bando llama Golpe y en esas circunstancias dice haber estado movilizado, sin embargo, cuando hubo que ir al Palacio Quemado a negociar la paz para sus compañeros no lo hizo, se contentó con avisar que llegaba y nunca llego, le bastó que Eva Copa que si fue, insegura y dubitativa, le informara lo que estaba sucediendo.

Su partido se ha partido pero ese quiebre no ha afectado su lugar de cachorro. Ha sido presidente del senado; un senado donde se ha anulado la defensoría del pueblo, donde se está prorrogando al poder judicial inconstitucionalmente, un senado donde no ha brillado más que por el peinado que usa con un pelo impecablemente brillante.

Me escabullí en sus oficinas cuando fui de visita a la Asamblea multiparasitaria y encontré unas oficinas realmente sin usar. Estaba repleta de una guardia compuesta por unos 10 cocaleros del Chapare que a las 11 de la mañana no se habían siquiera ni sacado las chamarras, ni encendido las computadoras. Estaban ahí sentados con sus celulares como se sienta una escolta que más que cuidarte, te vigila aunque de ti vive.

Andrónico es pues el vigilado y el secuestrado no solo de Evo, sino del Chapare mismo ocupando un puesto con el que no sabe que hacer y de tanto no saber no hace nada más que viajar a Dubai, a Katar y a donde puede para huir de sí mismo, de su incomodidad irresoluble, de su secuestro, de su no decir ni hacer nada que entorpezca su lugar de elegido.

Andrónico es la estrella del equipo que no ha sudado la camiseta, sino que la ha heredado.

Andrónico es el producto del proceso sin bloquear, sin arriesgar su vida, sin tomar la palabra y sin conducir esas asambleas fatigosas e interminables de la democracia sindical.

Andrónico sufre de parálisis e inhibición sexual y política. Frente a una escena de violación el jamás sería el violador, pero si el amigo cómplice que todo lo ve y nada dice porque no le conviene.

Y entonces ¿por qué dedicarle un retrato a un hombre al que no hay nada que reprocharle ni aplaudirle, en un país que arde donde  se retuercen de dolor las victimas de la justicia?

Justamente por eso, porque nos estamos retorciendo mientras el mirón cobra por mirarnos y no hacer nada más.