Me río mientras veo a Revilla decir que ha decidido “resolver” el convenio con Toyosa. No ha sabido ni escoger el verbo bien, porque no hay verbo para decir que pretende borrar con el codo lo que ha escrito con la mano. La escena televisiva delata un Revilla que ya no atina a explicar nada con claridad ni lógica; evidentemente atrapado en su laberinto de mentiras, cree o quiere creer que somos estúpid@s.
¿O sea que Dockweiler, el dueño del teleférico, ha construido el millonario proyecto de la estación de la curva de Holguín para Toyosa en vano?
El cinismo de gran tamaño del MAS ha logrado desestabilizar al Alcalde con un negocio en el que ellos también estaban metidos, como demuestra el video en el que Silva vota a favor del proyecto en el Concejo y la propaganda de Mi Teleférico, pagada con nuestro dinero, donde aparecen las torres promocionadas hace pocas semanas a página entera en los periódicos.
Por si fuera poco, todo esto sucedía mientras la Guardia Municipal correteaba vendedoras de ilegales bizcochos navideños y prohibía el asentamiento de vendedoras que cometían, en plenas navidades, el acto delincuencial de querer subsistir. Así nos lo cuenta Cecilia Chacón, que despierta de su sueño de Bella Durmiente para hablar por primera vez, años después de haber avalado una gestión corrupta e irresponsable. Palabra oportuna que sale del barco cuando se está hundiendo.
¿Es eso hacer política? ¿Vender el río, contaminar la comida, enriquecerse, acceder a un puesto para desinformar y manipular, denunciar a conveniencia y cálculo?
Les aclaro en bloque que nos estamos dando cuenta -aunque nadie haya todavía ido a incendiar la Alcaldía-, les aclaro que nos estamos dando cuenta, aunque parezca que no. Este juego de corrupción no es entre buenos y malos, no es entre honestos y deshonestos, entre corruptos y santos; nos estamos dando cuenta de que el negocio de Toyosa es del MAS y de SOL.bo, conjuntamente. Lo único que no sabemos es a cuánto les toca.
Podemos suponer que no es su único negocio, sino su método, su estilo de hacer política, por eso vivimos en un estado de asco permanente, en el que la risa queda bloqueada con las ganas de llorar y éstas, a su vez, con las ganas de vomitar.
Oponerse a Revilla no me alcanza porque pasará y se degradará antes que toda la basura contaminante con la que negocia. No me alcanza oponerme a Revilla para que el MAS aplauda y viceversa; quiero encontrar la puerta de salida de toda esa mugre a la que hoy llaman política.
Mientras soñaban en qué gastar su coima o qué departamento elegir en el bien nombrado World Trade Center, caído antes de ser gracias a la “maldición de las torres”. La contaminación del botadero causó un daño brutal a La Paz que parece haber despertado nuestras conciencias.
Resulta que el negocio con Toyosa, o si prefieren con Saavedra o si prefieren con TERSA, no ha sido disuelto, como nos dijo Revilla, y resulta que por ahorrarle dinero a la empresa pretenden hacer un botadero contaminante en Patapampa, sin estudio ambiental, ni información a l@s vecin@s, comprando tierras por debajo de la mesa, y cavando por la noche para dañar un lugar repleto de ojos de agua, donde la escuela de la zona se llama Siete Lagunas, en homenaje al paisaje que la circunda.
La base de la propuesta de Patapampa es ahorrarle distancia a TERSA. Ahorran tiempo, volquetas, gasolina, choferes a costa de destruir lo que no tiene precio. Pisoteando la democracia municipal, pisoteando la voluntad de vecinos y vecinas, que tampoco tienen una junta vecinal que les proteja, porque los mal llamados partidos políticos, que deberían pasar a ser denominados “mafias corruptas”, han destrozado y parcelado también la representación vecinal. Y aquí, simultáneamente, me refiero a las juntas vecinales clientelares que están con SOL.bo, como aquellas clientelares también que están con Jesús Vera, el tristemente célebre homofóbico masista.
Escribo para sumarme desde esta columna a la columna de mujeres de base que están dispuestas, desde Patapampa, Achachicala, Vino Tinto, Villa Pabón, Limalipata y toda la zona norte de La Paz, a defender el paisaje, el aire, el ch’iji, los árboles, los ojos de agua, porque eso, eso sí que es nuestro, trascendental e imperecedero.
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