Con una ingenuidad parecida a la estupidez, los medios y los mal llamados analistas repasan las listas de l@s candidat@s a senador@s y diputad@s construyendo infladas interpretaciones de lo que yo llamaría un saco roto.
Entretanto, l@s actuales parlamentari@s se despiden de sus curules sin pena ni gloria, habiendo sido la mayor parte levanta manos y calienta asientos, y el otro grupito cerrado de l@s que manejan las cosas ahí adentro, serviles llunkus del Poder Ejecutivo. Entrevistarlas ha sido una hazaña, se han endiosado y han aprovechado toda oportunidad para manifestarlo públicamente con arrogancia y abuso de poder.
El Parlamento en la mal llamada democracia boliviana no cumple sino la función de mamotreto burocrático de la impostura de la representación.
Es imposible que el llamado pueblo presente de forma directa un proyecto de ley y es imposible que el Parlamento responda a los graves problemas de la sociedad, como es el caso por ejemplo del feminicidio. Se limitan a mal cumplir órdenes del Ejecutivo, tanto que ni leen, ni entienden las leyes que aprueban.
La llamada oposición es más de lo mismo, un grupo humano mediocre y desarticulado que no ha logrado tampoco nada. Le llama trabajo a ir allí a perder el tiempo. Los diputados más visibles pagan coimas a algunos reporteros de canales para que sí o sí les hagan la entrevista diaria, aunque digan las cosas más ridículas, superficiales o prejuiciosas que una se pueda imaginar. Salen todos los días en pantalla opinando porque su oficio es opinar.
Hice una investigación en el Parlamento para indagar las bases de la homofobia. En ese contexto, la hoy desaparecida Ximena Costa me dio una de las respuestas más elocuentes: el problema del parlamento no es el machismo o la homofobia, sino la flojera.
En los últimos 40 años de democracia sólo recuerdo dos parlamentarios con discurso y dignidad, es curioso que sean los únicos que han renunciado, Marcelo Quiroga Santa Cruz y Felipe Quispe, que en su renuncia dejó claro que el Parlamento no sirve ni para parlamentar, porque ni siquiera se escuchan un@s a otr@s. Mas ejercicio de democracia hay en un colegio secundario, cuando se dirimen las cuestiones colectivas, en un gremio, en un grupo de amigas y hasta en una comparsa folklórica.
Me río por no llorar cuando a nombre de las mujeres, las ONG piden cuota biológica en las listas, pregonando que más mujeres en el Parlamento es mejora de la condición de las mujeres en la sociedad; nada más falso. El actual Parlamento tiene 54% de mujeres que no han servido más que a sus partidos y jefes correspondientes y que se negaron a armar una comisión de fiscalización de los feminicidios que frene la impunidad.
Se pegan, se ruegan o se venden por ser diputad@s o senadores porque es salario seguro y manejo de ficción de poder en sus pequeños círculos. Son elegid@s a dedo, vengan del partido que vengan y se convertirán en muebles dentro de un edificio. La representación política como tal está en crisis, la sociedad no tiene mecanismos de construcción de representación.
Así como ninguna mujer por ser mujer representa a las mujeres, ningún “indígena” por serlo o por usar poncho representa a l@s “indígenas”.
Los pueblos indígenas han perdido su histórico acceso a la representación política y las mujeres tampoco la tenemos. No podemos hablar de exclusión, ni unos, ni otras, porque lo que hay es una forma perversa de representación aparente.
Evo Morales paga favores con curules, por eso personas homofóbicas y matones, como Jesús Vera o Carlos Brú, serán diputados con licencia para ejercer homofobia y violencia machista.
Las listas no tienen congruencia ideológica, conviven en una misma lista de posiciones antagónicas. Tienes un Dabdoud en las listas del MAS aunque su lugar ideológico sea al lado de Ortiz; en las listas de Mesa hay enemigos del derecho a decidir de las mujeres, junto a otras que se llaman feministas, no por pluralismo sino por inconsistencia. El 12% de gentes llamadas indecisas es la masa crítica en crecimiento que identifica el asco en el que se ha convertido la política.
Lo cierto es que ser senad@r o diputad@ hombre o mujer, “indígena” o no es ocupar un puesto inservible que te permite únicamente cobrar un sueldo a nombre de la democracia.
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