No me voy a dedicar a retratarla, aunque me encantaría por la inmensa ola de seducción que provoca con todo su ser. No lo hago, porque no quiero correr el riesgo de sumarme a la gran capa de bellos adjetivos que ella ha recogido y despertado a su paso, no por no sentirlo, sino por no ser repetitiva.
Desde acá muy cerca de ella, desde Bolivia, quiero subrayar lo que ella, su triunfo, su presencia, su visión representan para el conjunto de los feminismos.
¿Dónde colocamos a Francia Márquez en la historia?
¿Cómo establecemos el significado del lugar que ella ocupa?
Aparece como un milagro, salida de la nada; ¿es así?
Para responder a estas preguntas intento buscar en mi memoria una figura o hecho que me permita comparar la magnitud de la candidatura y el triunfo de Francia Márquez y me viene a la mente la entrega del Premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchu en 1992 hace 30 años. Un lugar que, aunque este no es el espacio para analizarlo, Rigoberta dilapidó en poco tiempo al punto que perdió su legitimidad más importante, la que había que cultivar en su tierra Guatemala.
La comparo entonces a Francia con Rigoberta no por similitudes entre ellas, sino por la escala de ambas como hitos históricos fundamentales que concentran en sí una potencia de cambio de una magnitud única e histórica.
Ni cuota étnica, ni cuota biológica
Francia no ingresa a los titulares del mundo por la puerta de la cuota biológica instaurada por el propio sistema patriarcal y la democracia formal representativa que ante su desgaste suma mujeres a la política patriarcal. Han habido decenas y cientos de mujeres en el Fondo Monetario Internacional, en la presidencia de países de la Unión Europea o de este continente del Sur, pero todas ellas parte intrínseca del proyecto patriarcal.
Tampoco entra por la puerta de la cuota étnica que el neoliberalismo creó para todos los sectores llamados “subalternos” (maricas, discapacitades, etc.) para crear falsas imágenes de representación.
Es negra, es mujer, pero sus palabras y su proyecto trasciende la cuota identitaria por eso es capaz de en pocos minutos, aunque sea bajo la fórmula de nombrar, hacernos viajar nombrando sus distintos amores políticos para que entendamos la correspondencia intrínseca que hay entre una causa y otra yendo más allá de lo meramente identitario. Menciona lo marica, lo afro, lo pueblo, lo pobre y regresa y vuelve a girar una y otra vez. Eso en Marcia es simplemente magistral, espontáneo y constante.
Trasciende lo identitario también cuando habla de su recorrido sin el más mínimo ápice de resentimiento. Ella no se afirma sobre la negación del otro, sino que se afirma sobre el sueño del “vivir sabroso”. Eso no es menos contundente, pero si más seductor, más esperanzador y nos lleva a poner la mira en el proyecto en el que estamos y no en la culpa que pagar o en la culpa que cobrar.
La varita mágica
Corre el peligro Francia, que el mundo y especialmente en su país le atribuyan a su triunfo el poder de una varita mágica que debe resolver cuestiones tan profundas y estructurales como el racismo o la pobreza con su sola presencia y de un día para el otro. Corre el riesgo de que las frustraciones, por no hacerlo de inmediato, se reviertan contra ella. Su desafío político y pedagógico más complejo recién empieza. O convierte su presencia en un proyecto histórico colectivo o volverá a ser reducida por el propio sistema a una anécdota identitaria que utilizar para decir que las cosas no se pueden cambiar o que les o nos han dado un espacio. Ella no posee una varita mágica, ni representa una varita mágica tampoco. Su mera condición de mujer negra como vicepresidenta no representa la solución de los problemas que ella denuncia, enuncia y propone enfrentar. Su potencia, su poderío está en otro lugar.
Los feminismos y el Estado
Sin duda el lugar de Francia va a ser utilizado por las tecnocracias de genero neoliberal que ya estaban de retirada habiendo demostrado que para nada sirven más que para vivir de retórica de igualdad para intentar reciclarse detrás de esta gigante. Querrán utilizar su triunfo para querer reconducir y engullir las expectativas de un movimiento insaciable como son los feminismos con cargos en los estados y las burocracias de las oenegés.
Francia ha candidateado en elecciones y hoy es funcionaria de un estado y nada menos que la vicepresidenta, sin embargo, creo que ella representa un gran desafío que no se limita a la reedición de la gastada relación gobiernos/feminismos. Listas de demandas/ reformas legales y feminismos.
La candidatura en un contexto como Colombia francamente creo que era el único resquicio que quedaba para levantar con más fuerza la voz y la esperanza. Lo que está haciendo Francia y lo que ella representa es la apertura de un campo inédito y nuevo de prácticas políticas y de pensamiento. Un gran campo donde sembrar esperanza y darnos tareas que concretar.
No lo sé de cierto, pero no creo que Francia caiga en la ingenuidad y menos aún en el simplismo que lo que pretende enfrentar se resuelve con el Estado, gracias al Estado y desde el Estado. Yo estoy convencida que ella convocara un gran movimiento de cambio más allá del partido, más allá de la alianza y más allá del estado. Un cambio que parta de donde ella quiere partir; el territorio, la comunidad, los cuerpos y la vida cotidiana.
En ese contexto la candidatura y el cargo son marcos, umbrales, micrófonos, desafíos pero de ninguna manera lugares que tengan sentido por sí mismos.
No me la imagino borracha de poder como a los patriarcas.
No me la imagino distante de la gente como los gobernantes hacen.
Me la imagino pensando cómo darle la vuelta a todo esto y hacer, hacer, hacer algo muy tangible, muy concreto. Me la imagino no queriendo dejarse marear por tantos y tantas que hoy van a pensar que pueden conducirla.
¿Es realmente la izquierda aliada del feminismo?
Petrus la ha convocado porque la necesitaba no sólo como quien suma votos, sino como quien suma densidad, fuerza y contenidos.
No es un favor, no es una concesión de la izquierda con los feminismos, ni menos aun con los ecologismos. Las izquierdas y más aún los progresismos están hoy ideológicamente vacíos y perplejos y sus tantos gobiernos grises en la región lo vienen demostrando.
La relación entre feminismo e izquierda es una relación que tiene una larga historia marcada por el utilitarismo, por la incomprensión, por la subalternización permanente de parte de las izquierdas de los proyectos feministas. Es más la mayor parte de progresismos de la región son profundamente patriarcales, en otros casos abiertamente misóginos y en el mejor de los casos lo que entienden por feminismo no pasa de un puñado de derechos para las mujeres. Ningún progresismo ha comprendido que patriarcado y capitalismo son dos estructuras en una misma o que cuando hablamos de feminismo estamos hablando de la comprensión misma de la sociedad, de la economía y de todo.
Me pregunto, ¿cómo piensa Petro conjugar las propuestas contra el ecocidio con un desarrollo del capitalismo?. Lo interesante es que todos los cuestionamientos que podamos imaginar en relación a Petro no envuelven, ni sofocan la fuerza de la presencia de Francia. Es así porque ella ha hecho un esfuerzo muy grande por hacerse cargo de sí misma y no aparecer como sujeto secundario. No disputa protagonismo, no es un problema de ego, sino de capacidad de afirmar un horizonte propio. En ese contexto Francia detenta los hilos de un proyecto fundacional de algo que está por construirse. De algo que necesita palabras propias, algo en lo que ella está poniendo el cuerpo una y otra vez.
El Proyecto colonial patriarcal y ecocida es un proyecto supraestatal
La disputa por la administración de los Estados Nacionales como horizonte de cambio es simplista y eso creo que a esta altura lo sabemos de sobra. Mientras más al sur estamos, las soberanías de los estados nacionales se empequeñecen más aún.
¿Pero cómo salir de ese círculo?. Tampoco los organismos internacionales sirven de instrumento de cuestionamiento del orden mundial, sino al contrario funcionan como envolturas justificatorias y están controladas de forma abusiva por fuerzas coloniales.
Sin embargo, justamente Colombia como epicentro de la ocupación imperial en la región resulta el escenario privilegiado para repensar ese discurso. Por eso la asfixiaron tanto y por eso mismo mataron tanto allí. Revertir y convertir Colombia en territorio de esperanza para abrir un nuevo ciclo es algo que pensábamos que quizás ya no veriamos. Ahora no sólo estamos viendo que sucede, sino que tiene como eje principal de esa posibilidad a Francia Marquez.
Si estuviera en Colombia me sumaría con la más artesanal de las tareas al proyecto de Francia Marquez. Estando donde estoy la escucho, la sigo, la pienso, la imagino y le mando amor, buenas vibras y agradezco la apertura que está produciendo para que todas, todos y todes repensemos con radicalidad el lugar que ocupamos.