Un salto al vacío: eso es el machismo

LA ACERA DE ENFRENTE

Por: MARÍA GALINDO

Integrante de Mujeres Creando

26 de abril – 2020

Un salto al vacío para reprimir y negar el miedo a morir y a despedazarte
Un salto al vacío para probar y demostrar que eres hombre o que eres valiente o que
estás dispuesto a morir en el altar sacrificial del machismo
Una demostración interminable de dolor, que es eterna porque nunca es suficiente.
Nunca es definitiva, nunca descansas, nunca te libras de la prueba.
El machismo es también una cadena de mando, sumisión y obediencia que no puedes
osar romper.
Vemos el machismo como una forma de afectación a los cuerpos y las relaciones con
las mujeres.
Te propongo mirarlo como el absurdo de tener que demostrar que eres más hombre
que el otro, más fuerte que el otro, más macho que el otro.
Y más aun te propongo mirarlo como el absurdo de una demostración siempre
insatisfactoria para ti y para la sociedad que requiere actos extremos como matar,
torturar, violar, olvidarte de tus sentimientos, reprimirlos y negarlos en un proceso que
antes que nada es autodestructivo.
Bolivia ha contemplado el espectáculo más absurdo que podamos imaginar: la
destrucción de dos cuerpos masculinos en la trituradora de un aparato idiota. Se
trataba de una celebración militar donde los jóvenes de bajos rangos debían ofrecer un
espectáculo de hombría entre comillas.
Es una ocasión para abrir los ojos frente a lo que el machismo significa no de cara a las
mujeres, sino de cara a la propia condición masculina.
Por muy irónico que parezca la función de las Fuerzas Armadas hoy en Bolivia es
simbólica, administran el nacionalismo que el Estado Nación necesita para cobrar
sentido y administran y monopolizan el concepto de hombría.
Uno de sus mayores poderes está asentado en el Servicio militar obligatorio al que
asisten anualmente al menos doscientos mil jóvenes a entrenarse en lo que
popularmente se ha llamado: hacerse hombre.
Se trata de un paquete inservible para la vida que tiene como núcleo central el
maltrato, la obediencia, la jerarquización en base a la fuerza física, la resistencia o la
capacidad de ejercer violencia sobre el otro. Todo esto no en un proceso educativo de
aprendizaje, sino en un proceso de maltrato y subordinación donde la amenaza mayor
no solo es acabar muerto, sino ser acusado de maricón, cobarde, inservible, hombre a
medias, hombre mal hecho, poco hombre, hombre casi mujer, mujercita, etc.
Las fuerzas armadas otorgan en la culminación del servicio militar obligatorio el título
de hombre a los jóvenes que van allí. Una hombría que repito es crueldad, obediencia,
jerarquización y represión de los sentimientos.
No hay otra hombría dentro del patriarcado, no hay otra masculinidad dentro del
patriarcado por eso los jóvenes se desesperan por entrar y obtener ese título porque
en el fondo de su alma consideran que es el único espacio de dignidad que la sociedad
les ofrece, el único espacio de pertenencia y sentido que la sociedad les ofrece.
La comunidad y la familia también aplaude y los jóvenes se licencian del servicio militar
con fiestas y agasajos como si hubieran adquirido por fin un lugar y un sentido.

No es un detalle que ese rito de masculinidad esta reservado para los sectores
populares a quienes históricamente se les ha negado un lugar de pertenencia y
dignidad por lo que el servicio militar se presenta como una oportunidad y no como un
perjuicio.
Los jóvenes blancos de clase media y alta compran la libreta porque no comparten el
mismo sentido de masculinidad, ni la misma urgencia de pertenencia y dignidad; para
esos otros está reservado como lugar de pertenencia el mando de todo, el control de
todo y sus ritos de masculinidad pasan por otros universos.
La cadena de mando no se rompió por eso los dos están hechos trizas, si hubieran
osado romper la cadena de mando estarían castigados, humillados, encerrados en
calabozos e insultados por el colegio militar entero.
No se trata de anular el ejercicio por el reconocimiento del absurdo que significa.
Se trata de anular el servicio militar obligatorio para todos los jóvenes.
Se trata de buscar los espacios de desobediencia para romper la cadena de mando que
te convierte en un machito más.
Se trata de hacer un listado de todos los saltos al vacío absurdos y sacrificiales que la
sociedad patriarcal exige a los niños primero, a los jóvenes después y luego a los
adultos y más tarde a los ancianos para cumplir una expectativa insaciable y
autodestructiva.
Necesitamos desobedientes y desertores no solo del servicio militar, sino del
patriarcado.

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