No fuimos invitadas aunque el tema que se iba a tratar nos afectaba directamente, aunque la auditoría jurídica del caso del feminicidio de Isabel Pillco la habíamos impulsado nosotras.
Convocamos a la mamá de Isabel Pillco porque aunque estamos conscientes que removemos su dolor y que la exponíamos a otra posible frustración, no actuamos al margen de las víctimas directas porque es su dolor y su sed de justicia la única fuerza con la que contamos. Ella accedió inmediatamente, dejó su trabajo sin hacer esa mañana y con sus mejores ropas se vino con nosotras a eso que mal se llama Parlamento, y que debería llamarse nido de ratas.
La sesión con el Fiscal General y con el presidente del Tribunal Supremo de Justicia estaba citada para las 10 de la mañana. Llegamos puntuales, con el corazón acelerado y con la ilusa idea de que escucharíamos y grabaríamos la sesión, a la que podíamos asistir munidas de nuestra única legitimidad que es la de ser ciudadanas bolivianas. Pensábamos transmitir la sesión por Radio Deseo.
A las 10:20, ya impacientes porque las puertas de la sala de sesión no se abrían, logramos meternos, sin tocar la puerta, a las oficinas de uno de los asesores de la diputada, quien nos indicó que el Fiscal General había hecho conocer ese momento que no asistiría y que la sesión se había postergado para las 10:30. No dejó de sorprenderme que, así de repente, el fiscal se pueda negar a asistir a una cita con otro poder del Estado, pero es que como son cuates, con un telefonazo resuelven todo.
Una vez abierta la sala empezaron a llegar las diputadas y algunas asesoras técnicas, pero la sesión no empezaba, por lo que decidí hacerles entrevistas cortas. ¿Señora diputada podría usted indicarme para qué es la sesión que va a empezar en unos minutos? Respuesta: es para tratar asuntos electorales. Pregunta: ¿qué asuntos electorales?, me empuja y sale de la sala. Pregunta: ¿usted quién es? Respuesta: soy asesora técnica del honorable xx. Pregunta: ¿Podría indicarme para qué es la sesión que va a empezar? Respuesta: no tengo conocimiento.
Con la sala de sesiones vacía, decidí grafitear su pizarra con un mensaje: el feminicidio es un crimen del Estado patriarcal. Entretanto llegó el presidente del Tribunal Supremo de Justicia y se refugió en la oficina de la diputada Mireya Montaño. Con el cuerpo y gritando que somos el pueblo, empujamos la puerta, nos metimos allí y Elvira Gavincha, mamá de Isabel Pillco, con la foto de su hija, se sentó frente al presidente del Tribunal que evitaba la mirada de Elvira, hundiendo los ojos en sus papeles; mientras yo transmitía la mirada vía Facebook y Radio Deseo, al mismo tiempo.
Desesperado, el asesor de la diputada Montaño vino a rescatar al presidente del Tribunal Supremo de Justicia. Lo sacó de ahí, lo hizo escapar y luego vino a decirnos que los y las diputadas se negaban a instalar la sesión porque no deseaban ser “maltratados” y que se negaban a aceptar nuestra presencia como ciudadanas en la sesión.
La diputada Montaño nunca dio la cara, por lo que nos metimos en la oficina del asesor y le dijimos que no nos retirábamos sin la auditoría en nuestras manos. La mamá de Isabel empezó a llorar hondo y rogar que se le entregue el informe. La presión psicológica fue tan fuerte, que el asesor mandó sacar una fotocopia que nos entregaron. Un informe firmado por todos los miembros de la comisión, en el que se afirma que en el caso de Isabel Pillco se han cometido 10 errores procesales que han determinado la impunidad en el caso del feminicidio de Isabel Pillco.