Es un insulto a la inteligencia colectiva que el ministerio de gobierno pretenda que traguemos el cuento de que la policía, que hace mucha falta en casos de violaciones y feminicidios y que brilla por su ausencia, esté en este momento resguardando la sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos en La Paz.
Lo que está haciendo la policía es custodiar y proteger la toma realizada por un tal Salazar, e impedir que la fracción de Amparo Carvajal haga ejercicio de sus funciones en el edificio. Si la policía se retira, el grupo de Amparo podría deschapar la puerta y entrar.
Se trata nuevamente igual que en CONAMAK, de un avasallamiento por parte del Movimiento al Socialismo. Es una injerencia inaceptable durante un régimen denominado como democrático.
Tod@s sabemos que la gestión de Amparo Carvajal se hallaba en su más completo desprestigio debido a dos factores inocultables: su permanencia vitalicia en la presidencia de la Asamblea, impidiendo la alternancia necesaria y sana de gestión y su parcialización con “la derecha fascista” no únicamente Añez, sino todos los que ella llama “perseguidos políticos”. Aclaro que las posiciones políticas de Amparo Carvajal y el giro a la derecha que ha decidido ya hace años darle a la actuación de la Asamblea en Bolivia es algo que no le da derecho ni al gobierno, ni a Salazar de violar sus derechos. Cada quien debe poder tomar sus posiciones en libertad y asumir sus consecuencias sociales y no ser por ello torturado, perseguido o menos impedido de tenerlas.
La avanzada edad de Amparo es uno de los datos más importantes de este conflicto. El maltrato que ella está sufriendo es un espejo muy grave en una sociedad donde las personas de la tercera edad están viviendo una permanente e invisible violación de sus derechos básicos, muchas veces maltratadas y maltratados por sus propias familias. Y no me digan que eso no tiene nada que ver, claro que tiene que ver porque se rompen límites éticos básicos que jamás una sociedad debería romper a título de que Amparo tiene posiciones con las que discrepamos. Se trata de una legitimación social del maltrato institucional a una anciana y eso, solo eso ya debería ser motivo para el cese inmediato y la apertura de la casa tal cual lo solicita Amparo.
El defensor del Pueblo, que es un bueno para nada, debería haber actuado ya en ese sentido.
La casa se ha convertido en un fetiche sin contenido real. Lo perdió hace mucho tiempo; por lo que acá no se está peleando por una agenda de derechos humanos en el país, ni nada que se le parezca.
Hay un tercer actor en este escenario que es Comodidad Ciudadana y el conjunto de la derecha fascista que se regodea y espera como cuervos sacar ventaja miserable de este conflicto, si es que la salud de Amparo resultara definitivamente dañada.
El cuadro es grotesco en su conjunto; tod@s y cada un@ de l@s actores de este conflicto hacen competencia de utilitarismo y de etiquetaciones cruzadas donde es imposible desarrollar una lucha dignificante para nadie.
Pasé hace pocos días por ahí regresando de mi programa radial y fui insultada; respondiendo a los insultos con una sonrisa y un saludo porque estoy más que acostumbrada a que cualquiera suponga que es lo que yo debo o no debo hacer como si fuera Batman o el Hombre Araña.
Carlos Mesa, Doria Medina, Camacho o Tuto Quiroga necesitan y buscan un mártir que les sirva para exhibir un triunfo moral.
Los diputados de comodidad ciudadana y la senadora que se apersonaron lo hicieron de la manera más ridícula, sin poner el cuerpo. Si alguno o alguna de ell@s quisiera acompañarla en la terraza, cosa que ahora ella no quiere, pudieron haber subido tal cual lo hizo ella en su momento, con astucia y tenacidad.
Lo triste es que esa corte utilitaria, que insulta, que no tiene argumentos, que la utiliza en busca de una dignificación moral, es una corte de la que Amparo evidentemente goza y saca gratificación psícológica.
Hoy que es 17 de julio aniversario de uno de los golpes de estado más sangrientos es la fecha para repetir :“con el testamente bajo el brazo nunca más”, recordando además a Verónica Sanchez, militante de la asamblea que tenía un programa denominado así en Radio Deseo y que nos ofreció durante los 14 años de Evo Morales un recuento cronológico de las violaciones a los derechos humanos anual, con nombres y apellidos de las victimas sin convertirlas en meras cifras o banderas sin contenido como se hace hoy con las víctimas de Senkata o Sacaba. Ella por ejemplo, como tant@s otros militantes no están ahí, ni son parte de la disputa. Esas personas han sido sustituidas por Eduardo León fascista que ingreso con Camacho al Palacio quemado.
La lucha por las democracias en las calles, en las casas, en las camas, en las aulas y en todos los espacios de la sociedad no está a los pies de esta casa manoseada y convertida en un fetiche.
La lucha por el respeto a niños, niñas y niñes, por el respeto a la libertad de expresión y los sueños más dulces de justicia no está a los pies de esta casa convertida en una tribuna de etiquetas e insultos de ambos bandos.
No estoy ahí, porque en un cuadrilátero de buenos contra malos, de héroes contra verdugos, en un cuadrilátero de polarizaciones lo que hay es una fascistización general, es decir de ambos bandos, de la que no deseo ser parte.
No estoy ahí, porque quiero estar del lado de las esperanzas, del lado de las rebeldías, del lado de las construcciones de futuro.
No estoy ahí, porque soy parte de pequeñas luchas que a mis ojos tienen más sentido y más ternura.
Exijo desde mi insignificancia junto a much@s que la policía se retire y traigan un cerrajero para abrir la puerta, si no lo hacen por convicciones democráticas, si no lo hacen por respeto a una persona de la tercera edad, háganlo por sentido común.
Una vez abierta la puerta no ocurrirá ningún milagro; no habremos conquistado la democracia o derrotado a alguna dictadura.
Astorga, Ormachea o Requena tendrán que buscar otro conflicto donde simular utilidad social y Salazar se habrá ganado el repudio y la desconfianza generalizada. Su único respaldo será seguramente la financiación del Ministerio de Gobierno.
No necesitamos héroes, ni mártires, sino gente que lucha cada día.