Maternidad y pobreza van de la mano. No se puede decir que hay una lucha contra la pobreza si no hay un cambio de las condiciones en las que se vive la maternidad en nuestro país. No hay nada mas duro hoy en Bolivia que traer un niño o una niña al mundo.
Con el seguro materno infantil no han resuelto más que el parto y los escasos seis meses de embarazo. El subsidio prenatal que reciben las embarazadas y el Bono Juana Azurduy son arena entre los puños de una mujer hambrienta.
En el subsidio, las que menos reciben son las mas pobres y si vemos la venta de esos productos en la calle, es justamente por la inmensa miseria de miles de madres que necesitan venderlos urgentemente para pagar cualquier gasto urgente.
Si encontrar trabajo no siendo madre es difícil, encontrar trabajo con una o dos wawas pequeñas es imposible, por lo que la opción de buscar la subsistencia en la calle es la única posibilidad. Las wawas creciendo con sultana en la mamadera, jugando en un cajón de conservas a tu lado y en la acera, ese es el rostro de la maternidad en Bolivia; la maternidad es callejera, la crianza es en el puesto de venta.
La certeza de que ser madre te hace más pobre, es la única certeza que siente una futura madre. Las abuelas que son las que ya han salido del circuito de crianza vuelven a entrar en ese mismo circuito como abuelas para apoyar a sus hijas: “A ver si así ellas salen adelante”. Vemos entonces mujeres de la tercera edad recogiendo a las nietas del colegio, cargando la wawa para que la hija pueda trabajar, pero el esfuerzo de ellas es también deglutido e invisibilizado por la sociedad, con mas facilidad que el de la madre.
Si de corrresponsabilidad masculina hablamos, el Estado mismo garantiza que todo hombre que quiera lavarse las manos de su paternidad lo haga tranquilamente. La lucha por la asistencia familiar es burocrática y con el nuevo Código de Familias en nada hemos mejorado. El padre irresponsable siempre puede alegar estar desempleado, tener otras obligaciones o simplemente no hacerse encontrar.
Tampoco la cárcel por irresponsabilidad paterna ha funcionado. El padre no renuncia a nada, ni siquiera a un partido de fútbol por ser padre.
La sociedad entera, empezando en la Iglesia y terminando en la escuela, es un aparato de destrucción de los sueños de la madre. Ella debe proyectarse en el hijo varón sin margen ni para estar cansada; morir por él, luchar por él y abandonarse a sí misma para ser premiada por la sociedad con el título de “buena madre”.
La maternidad en la sociedad boliviana es una invitación a abandonar tus sueños, tu cuerpo y tus proyectos personales. La madre boliviana no cuenta, no vale y no tiene opinión, sino para por y a través de sus hijos, entendidos y vistos como los hijos varones. El hijo es el único justificante que le otorga valor a la vida de la madre. Dejar de ser para que el hijo sea.
La maternidad es el cuadrilátero donde la mujer desaparece. Un cuadrilátero constituido por culpa, chantaje, abnegación y soledad. Mientras no se entre a resolver la maternidad, ninguna lucha de las mujeres calará masivamente en las mujeres. Al mismo tiempo, una mujer que no es madre vale menos en la sociedad, su palabra políticamente esta despojada de valor porque el único sentido que en una sociedad patriarcal tiene una mujer es el de reproducirse y ser madre.
No hay sueldo por maternidad. No hay seguro de vejez por maternidad.
Y los pocos derechos que por maternidad figuran en la Ley General del Trabajo hacen que nadie quiera contratar a una mujer. Eso ha convertido la maternidad en el sistema capitalista neoliberal que vivimos en una especie de servidumbre gratuita, sin costo para el Estado ni la sociedad y que las mujeres debemos sobrellevar como sea.
Por eso existe este Día de la Madre, para anestesiarlas y que no reclamen.
Por eso existe este Día de la Madre, para confundirlas y que no protesten ni hagan huelga de materidad.
Para eso existe este Día de la Madre, para homenajearlas y que con eso se den por bien pagadas.
La madre es la figura de mayor explotación y de menor valor en la sociedad boliviana, y es para disfrazar esa condición de servidumbre que hoy se canta en los colegios el terrorífico Himno a la Madre.