LA ACERA DE ENFRENTE
Por: María Galindo
Integrante de Mujeres Creando
9 de FEBRERO – 2020
Se han presentado las listas de candidat@s para las próximas elecciones y a partir de allí ha empezado el desfile de nombres y gentes en los medios de comunicación; van con cinismo unas veces, con ignorancia y cierta candidez otras veces, con un aire de superioridad rutinaria otras veces, en todos los casos nos dicen “soy la solución para el país”. Se trata de una pasarela de variedades a la que hay que ponerle un nombre que englobe este fenómeno político en el que el pacto parece ser no comprometerse a nada, no discutir en profundidad nada. De lo que menos se habla en sus entrevistas es precisamente de política.
La audiencia escucha con aburrimiento, por eso la presentadora de turno no se esfuerza en preguntar nada fuera de guion, el escepticismo se huele en el ambiente. Candidat@s a diputad@s que no tienen la menor idea que desde el parlamento no se construyen puentes, ni empedrados, producen una inflamación muscular de promesas electorales.
Afuera en la calle l@s mendig@s de siempre en apronte para que no se sume ninguno más a su esquina, l@s desemplead@s en apronte a cualquier mínima posibilidad de conseguir un trabajo por la vía de un amigo que es vecino, de un primo que tiene relación con una autoridad que le garantiza el puesto si vota en las próximas elecciones, él y todo su equipo de fútbol, por el tal candidato.
No son las mujeres, l@s jóvenes o l@s indígenas que también forman parte de las listas, ajenos a este juego del absurdo y la estupidez; todo lo contrario, usan la pasarela de la política para exhibirse como “la ficción de esperanza”, asisten a sus entrevistas a aportar “identidad” entre comillas.
Los hospitales y las pizarras gastadas de los colegios, los caminos calamitosos y la economía no del país sino de l@s bolivian@s de a pie, no esperan las elecciones para terminar de colapsar.
En este país, a cuyas elecciones asistirán 200 observadores electorales de dos democracias liberales coloniales del mundo como son la norteamericana y las europeas para darle legitimidad al proceso, sí se están discutiendo cuestiones trascendentales.
Discusiones y pactos de poder que se están firmando a puerta cerrada y de espaldas a la gente. Pactos que tienen que ver con la explotación de una de las reservas de litio más grandes del mundo, pactos que tienen que ver con la ampliación de la frontera agrícola y la apertura de los transgénicos para la oligarquía terrateniente eco y etnocida, pactos de intromisión militar de los EEUU con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, pactos con el propio narcotráfico, pactos de poder con las iglesias fundamentalistas para continuar con la campaña contemporánea de extirpación de idolatrías, listas ocultas de personajes incómod@s que tienen que ser aislad@s, amedentrad@s, encarcelad@s o perseguid@s, entre quienes seguramente me encuentro; discusiones en torno de las alianzas continentales y regionales para reforzar la influencia de Bolsonaro, garantizar la caída de Maduro, hasta quien sabe para matar a Evo Morales. Los militares y los policías, como los dos brazos armados, también están discutiendo la garantía de sus privilegios a perpetuidad, aunque acá necesitemos más hospitales y menos cuarteles. Estas son las cuestiones que se están discutiendo fuera de las entrevistas y a puerta cerrada en el contexto de las próximas elecciones en Bolivia.
El aparato con el que la gente se relaciona no es el aparato de las propuestas de país, sino el aparato de propaganda y simulación al que todos los medios le hacen el juego. Ese aparato de propaganda aprovechará de usar a la mariconería para exaltar homofobias y ganar votos desde la inflamación del odio, aprovechará para exaltar el poder masculino con la promesa de devolverles a los hombres el poder de controlar y disque proteger a las mujeres, poder que habían perdido gracias a nuestras rebeliones personales cotidianas. Prometen que l@s niñ@s y jóvenes no podrán salir después de las 10 de la noche en una sociedad de niñ@s y jóvenes trabajador@s. Prometen más policía y menos libertad, porque el aparato de simulación electoral y propagandístico destinado a esconder lo que realmente nos estamos jugando en estas elecciones es tan tóxico como los planes que esconde.
Las elecciones y el proceso electoral son un aparato de marketing, donde las preguntas y los relatos incómodos no se aceptan y al que los haga se le cortará la lengua.
Hace pocos días asistieron todas las derechas a una reunión con el empresariado cruceño en su sede para supuestamente pactar la unidad. Ese fue el título que se manejó públicamente, por debajo el contenido de esa reunión era otro. Nosotros seremos el próximo gobierno, gobierne quien gobierne. Nosotros pondremos las condiciones gobierne quien gobierne y el plan de gobierno es responder a nuestros intereses. Todos firmaron obedientes una carta de intenciones que tenía como contenido real ese.
Lo que está sucediendo en Bolivia es un proceso de privatización de la política.
Tenemos derecho a elegir, pero no a ser elegid@s. La representación política es un derecho expropiado por la democracia liberal y por el neoliberalismo que ha puesto reglas del juego para que toda forma de representación sea únicamente un simulacro y todo cargo electo sea un mutilado de pies y manos incapaz de actuar en medio de un aparato estatal colonial que lo domestica, devora e inutiliza velozmente.
Los partidos políticos, que en la sociedad no existen, son los que monopolizan las decisiones sin que la opinión de la gente y ni siquiera la lógica y el sentido común tengan espacio alguno.
Tenemos derecho a elegir, pero no a ser elegid@s.
Tenemos obligación de votar, pero estamos excluid@s de toda decisión.
Tenemos derecho de ver la televisión y conocer a l@s candidat@s, pero no tenemos derecho de preguntarles nada.
Tenemos derecho de conocer sus caras, pero no tenemos derecho de conocer sus planes de gobierno y sus pactos de poder.
Todavía tenemos derecho de criticarles, pero es posible que pronto lo perdamos.
A eso le llamo privatización de la política. Bienvenid@s a la recientemente inaugurada fase fascista del neoliberalismo.
EDICIÓN DE TEXTO: HELEN ÁLVAREZ
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