Flanqueado por dos azafatas, envueltas en tela plástica dorada, insalubre para la piel. Mujeres que seguramente habían obtenido anteriormente algún otro título honoris causa en la misma academia de la farsa y cuyos atuendos tenían que hacer conjunto con la capa del Vicepresidente, vestido con capa dorada, larga bata mal cocida, y una toga chueca de cartón. En la testera lo acompañaba el dueño del circo, disfrazado de igual manera que su homenajeado, sólo que llevaba en el pecho una cantidad difícil de distinguir de medallas, que lo convertían en una especie de escaparate de venta de chucherías.
El canal estatal, en horario de protección al menor, nos colocaba sin misericordia frente a un acto absurdo, insultante, ridículo, divertido, jocoso, donde los actores llevaban la ceremoniosidad de sus caras al punto más alto del ritual. Ni Cantinflas hubiera podido pensar una escena de tan alto nivel de comicidad.
A la izquierda, el Ministro de Gobierno, el único que no se había disfrazado, y estaba ahí, como un Sancho Panza que no puede ocultar en el gesto la incómoda situación en la que se encontraba.
La gran proliferación de universidades privadas carísimas en Santa Cruz no tiene que ver con el empuje de la juventud de la clase media de formarse, para la cual la Gabriel René Moreno sigue siendo la mejor opción. Me dicen que el negocio millonario de las universidades privadas en Santa Cruz es otorgar una matrícula a una gigante población “estudiantil” extranjera de sicarios, que obteniendo la matrícula pueden fácilmente regularizar su situación migratoria como estudiantes.
Bastaría con contar el número de sillas de una universidad privada y comparar su real capacidad de aula con el volumen de matrícula. Bastaría con preguntarse por qué hoy, en el evismo, es un gran negocio tener universidades privadas y por qué éstas obtienen las certificaciones del Ministerio de Educación con tanta facilidad.
¿Bastaría con preguntarse si es conocimiento lo que venden, por qué es tan bajo su nivel con tantos millones de por medio?
Bastaría con hacer una apreciación estética del acto organizado para darle honoris causa al Vicepresidente para darse cuenta de que no era un ritual de homenaje al conocimiento lo que se celebraba, sino una alianza grotesca con la oligarquía cruceña, que intercambia el título de universidad con la otorgación de un título honoris farsa.
Todo esto en medio de una región con graves problemas sociales, productivos, culturales y políticos que necesitan soluciones científicas estructurales.
Gerontocracia política que no se logra renovar, expresada en Percy Fernández y Rubén Costas. Tala y depredación del bosque que rodea a la ciudad de Santa Cruz para la acelerada expansión de una ciudad que no tendrá cómo respirar.
Racismo exacerbado contra la migración colla, expresado institucionalmente en un gobierno municipal que ha militarizado la ciudad y manda patear polleras como hace diez años. Regionalismo exacerbado como hace 10 años. Una ciudad donde para más de un millón de habitantes sólo hay dos librerías.
Desarrollo que se mide en explotación laboral, en ampliación depredadora acelerada de la frontera agrícola, en soberanía territorial menonita, en cosificación cotidiana de las mujeres desde su infancia.
Allí en medio, el Vicepresidente intenta dar un discurso académico en el que confunde recurrentemente la palabra transistores con la palabra transmisores, como si fueran lo mismo y nadie se da cuenta porque nadie lo está escuchando.
Yo no creo en los títulos académicos y no uso los míos por eso. Sé que podemos ser autodidactas y sé que hay muchos saberes que las universidades menosprecian y desconocen. Cuestiono la universidad como único centro de producción de conocimiento, pero lo que no desprecio es el conocimiento, el cultivo del pensamiento y de la información.
En Bolivia necesitamos urgentemente recuperar el valor del conocimiento y no del título universitario, y el Vicepresidente no sólo es un acomplejado licenciado sin título universitario, sino un cómplice del vomito de mediocridad en el que nos hallamos ahogados como país. El acto en la Udabol fue la prueba teatral de esto que hoy denuncio. Me reí mucho sí, pero fue por no llorar.
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