Le cuesta pronunciar a Jeanine Añez la palabra transitorio, en vano intenta disimular su angurria y su regodeo de ser la presidenta del Estado por azar. Otro tanto de lo mismo, le pasa a la Canciller del Estado o al Ministro de Gobierno, que ridículamente nos habla de que va a cambiar el país. La frase de por sí resulta ridícula, pero revela la ambición de quedarse allí el mayor tiempo posible.
Han entrado al Estado como una banda de atracadores. En muchos casos no tienen intención alguna de cumplir la Ley General del Trabajo, se cometen abusos todos los días en todas las instituciones del Estado porque los y las nuevas autoridades entran amenazando y maltratando a la gente. Hemos pasado de un mal gobierno a otro mal gobierno; hemos pasado de una lógica de rapiña a otra lógica de rapiña. De una lógica de aprovechamiento a otra lógica de aprovechamiento, lo que ha cambiado únicamente es la banda de asalto.
Hacen cosas que para un gobierno transitorio son inexplicables, como la pretensión de la ministra de Medio Ambiente, María Elva Pinckert, de reforestar la Chiquitania. No está en el cargo ni unas pocas semanas, de conocimiento del tema no tiene ninguno y su mérito debe ser haberse hecho amiga de Jeanine Añez, en la parasitaria oposición en el Parlamento, o simplemente haber suscrito algún compromiso con las fuerzas ecocidas de este país para entrar al ministerio con el único fin de aprovechar esa quema para reforestarla de inmediato, sin respetar la pausa ecológica para la restitución del ecosistema que se pedía a Evo Morales y que éste tampoco tenía la intención de cumplir.
Sé que hay trabajadores del Estado que están siendo amenazados con juicios si no renuncian para simplemente poner a sus amigotes, tal cual se hacia antes.
No están salvando el país, ni mucho menos, han entrado para aprovecharse y eso no logran disimularlo; han entrado con revanchismo, con saña, con resentimiento.
Quieren cumplir tareas como el caso del bosque chiquitano o la renegociación del contrato de venta de gas, que no les corresponde como gobierno transitorio, que tiene como única tarea la de convocar a elecciones.
Las primeras semanas se han dedicado a amedrentar militarizando y reprimiendo, y ahora que han suscrito un acuerdo quieren tener la tranquilidad que les permita llenarse los bolsillos.
La prometida meritocracia no alcanza a ser ni un chiste. Los cargos se reparten según campo de intereses que no tienen nada que ver ni con la experiencia ni con el conocimiento. L@s indígenas nombrados juegan el mismo papel que en el anterior, son legitimadores subalternos necesarios para acallar las denuncias de gobierno racista.
Lo que ha entrado al Palacio es una fuerza tan destructiva como la que lo habitaba, ni más ni menos. El juego simbólico Biblia vs. wiphala es un juego teatral porque son capaces de restituir la wiphala y llamar, tal cual hemos visto en el diálogo, de “hermano” al dirigente como forma utilitaria, paternalista de relacionamiento, siempre y cuando eso les permita hacer y deshacer a gusto y gana.
No pretendo minimizar el valor simbólico de la wiphala, pero sí subrayar la relación utilitaria de la wiphala; el MAS la utilizó para aplastar las autonomías indígenas, este gobierno la puede usar también para acallar las denuncias de racismo. El uso de los símbolos que tanto invoca la sociedad como máxima expresión de respeto no es tal.
Las próximas elecciones tendrán como único mérito poner un límite temporal a este gobierno, que más que transitorio podríamos llamarlo de improvisación, mediocridad y matonaje.
Pero ojo, las elecciones no traerán las soluciones de fondo porque la crisis política que atraviesa la sociedad boliviana es una crisis que no se soluciona con la transición de un gobierno a otro. Es una crisis de representatividad que reposa en la Ley de Partidos, que no se ha cambiado; es una crisis de legitmidad que obviamente no se ha resuelto, sino que se ha agudizado y que sólo le toca ya tocar fondo. Es también una crisis de horizonte político.
No es que estábamos mejor con Evo, todas estas iniquidades a las que estamos asistiendo son la herencia que deja el caudillismo evista, del que estos inquilinos transitorios del poder estatal se están aprovechando; increíble pero cierto.
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