No estoy segura si atravesamos el segundo o tercer mandato de Evo Morales pero, como quiera que sea, ubico tres etapas gubernamentales marcadas por la diferencia en el manejo de los ingresos del Estado.
Pasó de ese furor a la fase de euforia consigo mismo como caudillo y a esa fase pertenecen el museo de Orinoca, monumento a la estupidez, y los palacios de Gobierno, de Finanzas y de Legislación, palacios en el sentido monárquico del término. Mamotretos de culto al caudillismo en un país donde las cárceles y los hospitales están hacinados de gente en condiciones inhumanas.
Ni en la primera fase de derroche, ni en la segunda, hemos dado como sociedad ningún salto cualitativo y lo digo desde mi cotidianidad, apegada a un masa de mujeres desempleadas, y hambrientas que no tienen otra opción que no sea la de subsistir vendiendo cualquier cosa.
No hemos hecho el salto productivo anunciado, no hay industrialización, sino que ahí estamos, frente a un proyecto de explotación de materias primas para obtener mucho dinero a corto plazo y nada más.
Llega la renta petrolera y se reparte el Bono Juancito Pinto a los y las niñas de manos de militares, que cobran por repartirlo previo discurso de “soberanía” sin contenido real. Con los 200 bolivianos que sólo sirven para consumir alguna cosita, estamos hipotecando el futuro de esas wawas. Sus aguas, sus bosques y sus ríos, que son la gran riqueza de este país.
No tenemos Parlamento real que fiscalice, sino una colonia cara de vacaciones, donde se trabaja de martes a jueves y donde los parlamentarios se ocupan de festejar su nuevo estatus; donde no hay libre pensamiento, ni responsabilidad con el país y se promulgan las leyes a pedido telefónico del Palacio de Gobierno.
Con la apertura al fracking estamos pasando a una tercera fase que es la del cinismo; hoy hay sólo dos preguntas que le importan al Presidente: ¿qué hay para vender? y ¿cómo podemos hacerlo lo antes posible?
Una vez que se contaminen las aguas con el fracking, una vez que se destruya la Amazonia, una vez que se terminen de contaminar los ríos, ¿cuanto dinero nos costará su recuperación ecológica? ¿Cuanto cuesta purificar el agua? ¿Es posible recuperar un río? ¿Tenemos un Ministerio de Medio Ambiente con gente calificada capaz de hacer informes técnicos y no lo que se les dicta por teléfono?
El proyecto de depredación acelerada no es un proyecto de Evo Morales, sino que es el proyecto capitalista colonial de expansión china, donde el gobierno es simplemente un cliente más que intenta subirse al carro, a cualquier costo.
El Presidente y el Vicepresidente se mofan de los y las ecologistas, se mofan de los guardabosques y prometen desarrollo a cambio de destrucción.
¿Qué quiere decir desarrollo? ¿No fue acaso el “desarrollo” el proyecto colonial de imposición de un modelo de dependencia económica, de confiscación de nuestra soberanía?
En un panorama tan grave, en el que la agenda de la protección de la naturaleza debería articular todas las otras agendas sociales, el único instrumento que tenemos en nuestras manos es el veto a Evo Morales, por procapitalista, por depredador y por irresponsable.