En Bolivia tenemos muchos viejos verdes en política: Percy Fernández, el alcalde de Santa Cruz, es el más ridículo de todos; pero podríamos sumarle el caso del propio Evo Morales, que busca rodearse de jovencitas. La pasada semana se sumó Jerjes Justiniano como adulador de las facultades admirables de un viejo verde de actuar por encima de la voluntad de las mujeres, forzando manoseos y besos; pero los tenemos también en las familias, en los colegios, en las universidades, en los trabajos. A escala mundial, Trump o Berlusconi formarían parte de esta lista de lo que no es una característica individual, sino un arquetipo de la masculinidad que merece un retrato especial.
El viejo verde es un hombre traumado por la pérdida de su “virilidad”. Es probable que esté perdiendo o haya perdido ya definitivamente la capacidad de conseguir una erección y responde a esa pérdida presentándose públicamente como el que tiene acceso a las mujeres jóvenes; por eso el viejo verde actúa compulsiva y públicamente porque necesita demostrar que “puede”.
La virilidad, entendida como la “potencia sexual” de penetrar a todas las mujeres, ha sido para el viejo verde una constante en su vida que en su tercera edad se convierte en una angustia de impotencia. No es que un viejo o una vieja no tiene sexo, pero ese sexo de viejos y viejas es el tesoro que sólo lo consiguen quienes saben envejecer.
El viejo verde es un hombre que tiene un profundo resentimiento contra las mujeres porque al mismo tiempo que necesita demostrar que tiene acceso a todas, sin importar si se trata de una alumna, de una trabajadora, o de una mujer que simplemente paso por ahí, o inclusive de una familiar suya, nieta, sobrina, etcétera, sabe que ninguna de ellas es accesible realmente; entonces, actúa con resentimiento y violencia negando ese hecho.
Es un hombre atravesado obsesivamente por una profunda frustración sexual.
El viejo verde desprecia el cuerpo de una mujer vieja, las arrugas, las gorduras, las estrías y las marcas de la vida, y busca jovencitas para negar justamente el paso de los años por su propio cuerpo, por eso es que el viejo verde nunca mostrará interés erótico por una mujer de su misma edad, porque ese es el cuerpo que más desprecia, el que le refleja su propia corporalidad.
Lo podrás encontrar con los amigos, burlándose de las mujeres mayores o dedicándose públicamente a calificar el cuerpo de las mujeres que tiene alrededor, rodeándose obsesivamente de mujeres jóvenes que encajen en los cánones de belleza. Goni pagó una aventura con una modelo por compensar su decrepitud.
El viejo verde adora que haya azafatas jóvenes vestidas con traje sexista en sus actos, porque humillar a las mujeres constantemente y simular la posesión sobre ellas es una obsesión de vida y una demostración de poder.
El viejo verde es el destino de todo machista que ha ido desde su juventud deshumanizando la relación consigo mismo y con su cuerpo; por eso es que los hombres aceptan, adulan, respetan y tienen una actitud permisiva con el viejo verde porque en el fondo en eso se convertirán.
El viejo verde no se disculpa, tal cual lo ha hecho Jerjes; lo que hace es justificarse porque siente que con la edad ha ganado el derecho al cinismo, la impunidad y el aplauso social de su decadencia.
El viejo verde morirá de una sobredósis de viagra, tirado en la cama desnudo, defecando sobre sí mismo y atentando contra su propia dignidad; morirá llorando por su virilidad perdida, morirá en una cama debajo de la cual hay decenas de revistas de pornografía que compró de ocultas los últimos 20 años, y que en lugar de ojear se dedicó a lamer.
Las sociedades patriarcales le regalarán al viejo verde títulos de hombre ilustre, de preclaro hombre de la patria y tendrá medallas y diplomas para empapelar paredes enteras, pero su decadencia, su no saber envejecer, su relación con las mujeres, marcada por la violencia, la ira y la compulsión sexual, serán su verdadero título.
En su tumba escupirán de asco las trabajadoras del hogar que pasaron por su casa, sufriendo intimidaciones; las trabajadoras de la oficina y las estudiantes. Ganará elecciones o habrá acuñado grandes fortunas, pero no habrá conseguido el sencillo humano y maravilloso acto que es el de saber envejecer.