No para cansarles con un primer plano de mi sonrisa fotoshopeada y mi cara mesiánica prometiendo salvar el país.
No para aparecer cargando niños, violando el Código Niño Niña Adolescente y decir que ellos y no ellas son el futuro del país y jugar con la figura de candidato-padre.
Quiero ser candidata a presidenta para invitarles a divertirnos.
Si tuviera el dinero me compraría una sigla en venta y armaría un partido político, como quien arma un circo.
Mi lista de candidat@s no estaría compuesta de l@s aspirantes a políticos que hay en las plataformas ciudadanas, ni intelectuales, ni tecnócratas.
Invitaría a l@s enferm@s terminales de cáncer para ofrecerles las candidaturas a senador@s y diputad@s. Para que sus caras maltrechas y sus ropas ajadas, para que sus economías llenas de deudas, porque gastaron y vendieron todo por comprarse una esperanza de vida, sean su discurso político.
Si ganamos las elecciones, con su primer sueldo pagarían sus entierros y aunque no tuvieron dinero para las medicinas, lo tengan para tener velorio con banda, comida y cerveza, y veríamos féretros salir de la Asamblea Legislativa rumbo al cementerio, envueltos con la bandera boliviana, como gloriosas víctimas del sistema de salud.
Mi cuota de equidad y paridad de género no la llenaría con mujeres serviles al machismo. Yo invitaría a las madres de hijas víctimas de feminicidio, para que con su dolor y su rabia por la impunidad divulguen todas las penurias de lo que es enfrentar juicios ya vendidos, autopsias mal hechas y gasto de dinero, porque la justicia ni es gratuita, ni es rápida, ni somos todos iguales ante la ley.
Si ganáramos las elecciones, imagínense a esas mujeres eligiendo Fiscal General o Defensor del Pueblo. No mirarían sus celulares mientras hacen preguntas obvias, ni los exámenes serían simulacros. Ellas no permitirían que ningún corrupto entre, que ningún machista violento forme nunca más parte del sistema judicial.
Buscaría también a las mamás, a las que les están creciendo raíces en la lista de espera para adopciones y que nunca les asignan un niño o una niña porque los jueces prefieren vender las adopciones a extranjeros que pagan por debajo de la mesa entre 10.000 y 20.000 dólares. Imagínense a esas madres en el Parlamento. No estarían de calienta asientos; ellas no dejarían en paz a los funcionarios de los hogares, irían de inspección y no permitirían que ningún bebé Alexander más muera bajo el ala de la paternidad más canalla de todas, como es la del Estado.
También hay hombres víctimas de la violencia machista; son los conscriptos asesinados y torturados en los cuarteles. Buscaría a sus padres para que nos cuenten la historia y para que con sus propias manos prometan acabar con el Servicio Militar Obligatorio.
Abuelos y abuelas serían candidat@s para que nos cuenten cómo gastan su Renta Dignidad pagando los gastos de la casa y de los nietos. Y sus trazas hambrientas serían la más elocuente interpelación del crecimiento económico que nos refriega el Gobierno, cuando los que han crecido son sus bolsillos, pero no los del pueblo.
Las lesbianas, las prostitutas y las mujeres trans seríamos ingrediente imprescindible de la comprensión de lo que es ser mujer en este país. Nuestros discursos batirían récord de audiencia cuando las mujeres en prostitución revelaran quiénes son los proxenetas y quiénes los clientes de la prostitución. Las mujeres trans exhibirían sus cuerpos para acabar con la vergüenza y la inhibición de la sociedad frente al sexo, y las lesbianas remataríamos el acto de irreverencia enseñando técnicas de sexo oral nunca vistas.
Tod@s serían bienvenid@s a esta candidatura circense loc@s, viej@s, desertores de la Iglesia y del Ejército, discapacitad@s, enferm@s o indígenas; los únicos requisitos: sinceridad y atrevimiento. La única prohibición: el mesianismo.
Nuestros discursos serían nuestras propias historias, nuestras promesas de gobierno serían nuestros propios sueños; seríamos el grupo social más creíble de la política boliviana, seríamos el grupo más diverso, seríamos el grupo político más honesto y, por supuesto, de lejos el más divertido.