Imagino a Katia Uriona redactando su larga carta de renuncia de un puesto de poder que muchos y muchas envidiarían. Y claro, la renuncia a un poder deseado parece de inmediato un gesto de dignidad, digno de aplauso.

Sin embargo, leyendo la carta parece más bien una carta de divorcio de alguien que asegura haber aguantado muchos abusos y no poder soportarlos más.

Cuando nos dice que se dedicó a recuperar la credibilidad del cuarto poder del Estado nos recuerda que la anterior directiva fallida fue obligada a renunciar y fue ella, y su cara la que sirvió de trapo de limpieza.

En su carta nos recuerda ya que ha aceptado niveles de abuso contra la democracia inaceptables, pues las elecciones judiciales fueron un simulacro fallido en el que se posesionó a autoridades que no contaban con el mínimo aceptable de votos, y ella no dijo nada. El país sabe que esas autoridades fueron electas a dedo, convirtiendo las elecciones judiciales en parte de la crisis de la justicia.

Katia Uriona olvida mencionar que fue su gestión la que se ocupó de desarrollar la Ley de Organizaciones Políticas, una ley que reactiva a los partidos políticos como los monopolizadores de la representación política, al punto que el absurdo que estamos viviendo ahora de ver un Paz Zamora como candidato del Partido Demócrata Cristiano o a un Carlos Mesa como candidato del Frente de Izquierda Revolucionaria es resultado de una ley que le da la espalda a la historia.

Es su ley la que acelera la electoralización tóxica del país yendo a elecciones primarias absurdas. Esa ley fue deliberada, en el más puro estilo de las ONG de donde viene Uriona: un proceso de hoteles de cinco estrellas, en cómodos seminarios, sin deliberación ni participación, sino de un grupo de dizque expertos amiguitos suyos.

Dice ser militante de una democracia intercultural, se olvida que vivimos en un Estado plurinacional en el que los derechos políticos de los pueblos indígenas son violados todos los días, reduciéndoles a representaciones parlamentarias mínimas que no tienen en los hechos ningún peso. Es el Tribunal Electoral el que ha convertido las autonomías indígenas en meras entidades burocráticas.

Peor aún en lo que se refiere a los derechos políticos de las mujeres, como típica tecnócrata de género que es, no ha hecho nada en lo que a los feminicidios, humillaciones y trágicas historias de las mujeres que, especialmente a nivel de los municipios, han ocupado concejalías.

¿Alguien recuerda alguna gestión seminario, conferencia de prensa o alguito que haya hecho Uriona frente a la violencia machista que se ejerce contra mujeres en el ejercicio de representación política

El Presidente y Vicepresidente, en nuestras narices, hacen campaña con bienes del Estado y ella no dijo nada. La firma de libros de militancia es obligatoria en las oficinas públicas, se hacen cobros abusivos en nombre del partido y el Tribunal no dijo nada.

El Tribunal Supremo Electoral a cargo de Uriona no fue más que un contador aséptico y dócil, ciego sordo y mudo.

Su carta es una defensa amarilla de la democracia, no dice clarito que el referéndum es de cumplimiento obligatorio y que el presidente Evo Morales no puede repostularse. No dice clarito que la independencia del Tribunal Electoral es lo que está en crisis.

No dice que el Ejecutivo y el Legislativo hacen permanente abuso e injerencia en sus funciones y que hasta le mandan mensajes a través de medios de comunicación.

Katia Uriona, tecnócrata de género, disfrutó del poder de ser la presidenta del Tribunal Supremo Electoral; ahora que el momento más crítico de esta larga sucesión de abusos y debilitamiento de la democracia en Bolivia llega a un punto crítico, ahora que el problema principal de respeto de un referéndum quedaría en sus manos, cuelga la toalla, se va en “defensa de la democracia” y salva, no la democracia, sino su currículum personal.

Se va a refugiar nuevamente en su celestial mundo de jugosos sueldos y trabajo cómodo en sus ONG.

Así como el MAS ha tenido el cinismo de nombrar un ridículo Defensor del Pueblo, así como ha nombrado un Fiscal General sin méritos y dependiente afectivo del Ejecutivo, tendrá el cinismo de rearmar el Tribunal Electoral sin Uriona, buscando alguien más servil que ella.

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