Escribo desde un lugar del país donde el proceso de electoralización temprana, donde el proceso de pugna por la designación de un mesías que nos salve de Evo, o de un Evo convertido en mesías como único salvador no tiene ningún peso. Desde el segmento donde vivo los vemos de lejos, como quien mira desde fuera y a una larga distancia la mansión de “los equivocados”.
Aquí afuera los problemas son tridimensionales, se los puede tocar y oler; aquí afuera los problemas raspan la garganta y no se solucionan con un spot propagandístico que ofrezca empleo, seguro de salud o clases de inglés;  aquí afuera se soluciona los problemas como en Roboré, quemando la comisaría y bloqueando el camino, sin esperar ni por un segundo salvador alguno.

Hace seis años que fundamos una Organización de Mujeres en Prostitución autogestionaria que plantee como eje principal de trabajo la emancipación de las compañeras de l@s proxenetas. Nos organizamos para defender aquellos pequeños locales del hostigamiento continuo que sufrían a manos de la Policía y  de la Guardia Municipal, que actúa contra las compañeras bajo el mando de los proxenetas, que no quieren que las mujeres en prostitución puedan trabajar por su propia cuenta.

El gran pretexto que usaban, tanto el gobierno municipal como la Policía, era que se trataba de locales clandestinos, sin licencia de funcionamiento, por lo que venían continuamente, a patadas, a destrozar y robar todo lo que allí había y a hacer arrestos ilegales para extorsionar a las compañeras, humillarlas y luego liberarlas, hasta otra nueva redada, en círculo vicioso.

El gobierno municipal se negaba a otorgarnos licencia de  funcionamiento con el pretexto de que el rubro de “trabajo sexual” o “prostitución” no existía en su ordenamiento y nos quería obligar a disfrazar los locales de prostitución con venta de bebidas alcohólicas.  Lo que sucede es que hemos decidido en nuestros estatutos, hace muchos años, separar la venta de alcohol de la venta de sexo y hemos decidido, además, trabajar de forma diurna para no atender borrachos, para cuidar nuestra salud y para poder llevar adelante un ejercicio de la prostitución que permita combinar esa actividad con otras, como estudiar,  criar a las wawas,  la de poder ahorrar, y poder vivir y respirar y dejar de ser esclavas. Nosotras vendemos sexo, los proxenetas venden mujeres, esa es la gran diferencia.

Bajo la modalidad de iniciativa legislativa ciudadana presentamos hace más de dos años al gobierno municipal un proyecto de ley que permita que las compañeras obtengan licencia de funcionamiento para locales autogestionarios, sin venta de alcohol, una ley que mueve 100 años de hipocresía y retraso, porque la última regulación municipal de la prostitución en nuestra ciudad data de inicios de 1900, cuando la hipocresía paceña las llamaba “casas de tolerancia”.

Fue un proceso largo de discusión con el gobierno municipal. En ese contexto queremos reconocer  el trabajo del concejal Fabián Siñani, con quien nos reunimos incontables veces, en el marco del mayor respeto y horizontalidad, para corregir palabra por palabra el proyecto.

No se prohiben los locales de prostitución donde también hay venta de bebidas alcohólicas, por lo que las protestas contra esta ley vienen únicamente de los proxenetas, que no quieren perder el control sobre las mujeres.

Quiero dejar claro que prostitución y trata y tráfico no son lo mismo y que su confusión es deliberada y tiene como intención criminalizar a las compañeras. La prostitución está en el corazón de los problemas de trabajo para las mujeres, de los bajos salarios que no alcanzan y de la lucha por una legítima emancipación económica.

El universo de las mujeres en prostitución es gigante, por lo que nuestra intención es extender esta ley al conjunto del país porque es un instrumento para precisamente frenar la trata y tráfico, y que las mujeres  se emancipen de l@s proxenetas y trabajen organizándose con otras mujeres.

La prostitución es una “actividad económica” que involucra a un número gigante de mujeres en la lucha por lo que el neoliberalismo nos niega, que es “el derecho a la subsistencia”.

Es una ley contra el proxenetismo y contra la hipocresía.