No es un acto como ciudadana y una obligación con la ley lo que hizo la ministra Mariana Prado al ir a declarar a favor de William Kuschner Dávalos en el juicio que se le sigue por feminicidio. Fue un acto grotesco de poder. Ella no estaba obligada, porque justamente si fuera una mujer con ética se hubiera excusado, consciente que su sola condición de Ministra convertiría una declaración intrascendente para el juicio en un acto de apoyo gubernamental al acusado de feminicidio.

No sólo fue un acto de abuso de poder, mal uso del cargo, porque fue rodeada de una corte de seguridad, que seguramente quería protegerla de la mirada interpeladora y cargada de dolor de su examiga, la mamá de la víctima.

 Fue un doble acto de poder porque además la Ministra salió a declarar ante la prensa que “cree vehementemente en la inocencia de Kuschner”, como si un juicio no fuera un escenario de pruebas, sino de creencias en el que se ventilan una especie de intercambio de prestigios. Concepto de justicia perteneciente a una visión medioeval superada, donde la palabra de unos debe valer más que los hechos o más que la palabra de otros por gozar de títulos nobiliarios, estar rodeados de aparato de poder, poder captar la atención de la prensa por ser autoridades de Estado.

 En sus declaraciones ante la prensa intentó descaradamente influir en la opinión pública y en las autoridades para favorecer a su exnovio y eso hoy es un delito.

 Si eso hace esta mujer públicamente y a la vista de todo el país; no quiero imaginarme lo que es capaz de hacer con un teléfono y su cargo cuando nadie la ve.

 Ella, que no es jurista, hace de jueza para declarar la inocencia del feminicida. Ella, que no es psicóloga, concluye que

Kushner no es violento porque ella estuvo en su cama. Ella que no es testigo del hecho, ni nada, conoce de la relación de Kushner con la víctima, va al juicio a hacer un acto además de poder de clase.

Pero se equivoca Prado si cree que su sola presencia convierte a Kushner en inocente, sobreestima su poder, mal usa su cargo y lo que se hace añicos es su propio prestigio.

¿Esta es la mujer que conduce las riendas de la  planificacion estretégica como país? ¿Una mujer incapaz de distinguir los escenarios, una mujer que no sabe lo que es un juicio en el siglo XXI y que, evidentemente, no respeta ni cree en eso de que todos somos iguales ante la ley?

¿Una mujer que agrava el desprestigio de su gobierno, como gobierno que no respeta la independencia del Poder Judicial, asistiendo a un juicio para decir que su exnovio es inocente por el simple hecho de que ella lo conoce? ¿Una mujer servil a un amor machista y a un encierro de clase alta al que le debe lealtades de sangre?

Nada relevante al caso aportó Mariana Prado. No objetamos su presencia porque queremos ocultar algo, porque queremos que se condene a un inocente. Queremos un juicio justo, sin manipulaciones, sin abuso de poder, un juicio en el que no circule el dinero, donde las pruebas no sean manipuladas.

Alertamos una vez más a la sociedad para repetir que estamos en medio de un juicio en el que han hecho desaparecer las cámaras de seguridad de la Alcaldía, que en esa esquina, esa noche, estaban funcionando y que eso ha sido fruto del tráfico de influencias del acusado.

Este juicio nos devora las mejores horas del día y lo seguimos con compromiso porque la justicia que buscamos es imprescindible para respirar.

La presencia de Prado en el juzgado nos refresca la memoria de cómo Kushner intento huir del país, internándose en el Hospital Arco Iris. Nos refresca la memoria del poder de Kushner, el poder del dinero; del poder de quien busca la impunidad absoluta. La presencia de Prado nos refresca la memoria de la importancia de este juicio por feminicidio para que Kushner no se convierta en un emblema de impunidad de los feminicidas.

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